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Un brillo propio llamado Amanda

Un brillo propio llamado Amanda

Transformar, dejar una huella, un legado en la historia quizás sea algo imposible para algunos, pero para Amanda Abarca nunca lo fue. La historia de la chilena tuvo su viraje gracias a su visión y siempre disposición en ser cada vez mejor.
Abrirse camino como mujer nunca ha sido fácil a lo largo de la historia y si hablamos de finales del siglo XIX e inicios del XX, era casi impensable, más aún llegar a cargos relevantes donde la cultura masculina era más arraigada.
Nacida en el año 1886, específicamente un 5 de diciembre, bautizada como Amanda Pinto Sepúlveda fue de origen humilde, con bases familiares muy tradicionalistas destacándose desde temprana edad a nivel educativo.

Ser la diferencia desde temprana edad.

En 1901, a la edad de quince años, Amanda se gradúa como bachiller en humanidades. Acá podríamos decir que su vida comenzó a dejar huellas, desde entonces comienzó a trabajar como profesora de primaria y secretaria asistente en el Santiago College.

Es en este período cuando conoce al escritor Guillermo Labarca Huberston, quien se transformó después en su esposo, y a partir de entonces adoptó ambos apellidos para romper definitivamente con su familia.

Ambos estudiaron en el Instituto Pedagógico, ella se inclinó por Castellano, y él por la Historia y Geografía, con tan solo 18 años ya era profesora graduada, un año después era subdirectora de la Normal Nº 3, por cuatro años.

En 1909 con tan solo 22 años publicó su primer libro titulado “Impresiones de Juventud”, seis años después publicó su segundo libro “Tierras extrañas”. Durante este tiempo Amanda entendía que la educación era la mejor herramienta para que la mujer hiciera su propia historia.

Logró impregnarse de nuevas ideas feministas en Europa mientras estudiaba en la Universidad de Columbia y La Sorbona. El Palacio Urmeneta fue el lugar donde impulsó las tertulias feministas, surgiendo así el Círculo Femenino de Estudios, en 1919.

Ese mismo año publicó otro libro “La Educación Secundaria” y tomó la cátedra de Sicología Pedagógica en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. Venía de ser directora del Liceo Nº 5, nombrada por el propio presidente de la época.

Durante los años 1927 y 1931 fue la jefa de la Dirección General de Educación Secundaria del Ministerio de Educación. Fue la creadora de las Escuelas de Temporada de la Universidad de Chile, algo que se mantiene vigente hasta la fecha.

Para el año 1939 publicó dos libros “La Historia de la Educación en Chile y La evolución de la Segunda Enseñanza”, al año siguiente “La Educación Decadente y en 1945 Desvelos del Alma”. Con «Bases para una Política Educacional» promovió la función social de la educación, dictando talleres y cursos en toda América.

Fue nombrada como representante de Chile para las Naciones Unidas en el año 1946.

Fue jefa de Status de la Mujer entre 1947 y 1949, al ser viuda regresa a Chile para retomar sus actividades académicas y de activistas. Fue nombrada como miembro Académico de la Facultad de Filosofía y Educación de la Universidad de Chile en 1964 y en el año 69, como miembro de la Academia de Ciencias Políticas, Sociales y Morales del Instituto de Chile.

Falleció el 02 de febrero de 1975.

Definitivamente Amanda Abarca logró hacer grandes transformaciones abriéndose paso en un mundo donde el pensamiento prominente era el masculino y dio los primeros pasos para generar el camino a todas las que vinimos después.

 Hoy en día el pensamiento, obra y vida de Amanda Abarca sigue siendo un ejemplo a seguir para la transformación y lograr que toda mujer tenga su propia historia.

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